Este relato está incluido en mi libro de relatos de terror de próxima aparición y, como todo lo mío, se encuentra registrado e incompleto. ¿La versión completa? En el libro, por suesto.
Espero que os guste.
GRAHAM PLOWMAN - HP Lovecraft's The Call of Cthulhu:
Soundtrack Part 1 Orchestra Horror Music
LA SOMBRA
Éramos ocho
amigos, sin nada más que hacer que pasar el rato, fumarnos unos porros,
compartir unas cervezas y hablar de nuestras estupideces, que para nosotros
eran importantes, en un intento de verbalizar nuestro descontento con el mundo
y el deseo de cambiarlo, aunque sólo fuera de manera virtual, a base de exteriorizar
nuestros pensamientos.
Lo curioso
era que formábamos cuatro parejas, casi en el sentido literal, ya que Pablo y
Elena, Rober y Blanca, y Toni y Paula sí que salían juntos. Los dos únicos
desemparejados éramos Ángeles y yo.
He de
reconocer que a mí sí que me gustaba Ángeles, con su rollo hippie y su cultura
alternativa, siempre en su limbo, con sus historias de infusiones, videncias,
numerología y demás cábalas, pero ella no se fijaba en mí.
La verdad
era que Ángeles no se fijaba en nadie.
Nunca
supe por qué hasta aquel día.
La casa
estaba abandonada en mitad del bosque. Era la antigua casa de un señorito,
terrateniente de extensos dominios, de los muchos que siempre ha habido por
Andalucía. El señorito murió, y con él toda la familia, poco a poco. Lentamente.
Se hablaba de gritos aterradores en mitad de la noche, de luces extrañas que iluminaban
ventanas que no existían, y de rituales extraños conjurados con voces de
ultratumba.
Los peones
se fueron, abandonando a la familia de inmediato, y las tierras comenzaron a
crecer salvajes hasta crear un verdadero bosque, tupido y oscuro, donde antaño
hubo eras de labranza. La gente evitaba aquel lugar como si estuviera infectado
por la peste.
Nadie iba
por allí.
Ni siquiera
los yonkis, que contaban extrañas historias fruto de sus alucinaciones.
Bueno,
nadie, salvo nosotros, porque no teníamos miedo, y porque habíamos decidido que
aquel rincón del mundo fuera nuestro, para nosotros solos.
Estábamos
allí, sentados en el polvo, viendo las extrañas pintadas sobre el papel gastado
y rasgado que un día cubrió las orgullosas paredes de la construcción. Habíamos
hecho una fogata con algunos restos de madera, hojas secas y agujas de pino que
habíamos encontrado por las vacías estancias.
Allí
estábamos, reunidos alrededor del fuego, como hombres primitivos, disertando
sobre política, sociedad y el mundo en general, haciéndonos unos porros que
iban pasando de mano en mano mientras acompañábamos el dulce humo con sorbos de
amarga cerveza.
El paraíso
cuando eres joven, tonto, e inexperto.
De pronto,
no recuerdo quién, pero alguien dijo:
–¿No os
parece un momento genial para una tirada de cartas de Ángeles?
Nos miramos
los unos a los otros. Yo sólo tenía ojos para Ángeles. Derramaba mi mirada por
el escote de su blusa, hasta que se perdía por las sobras que se iban
deslizando lentamente sobre la blanca piel de sus pechos, ahora maquillada por
el reflejo ambarino de las llamas.
Dio una
profunda calada su canuto, dejando que se elevaran suaves volutas azuladas
hacia el oscuro techo de la derruida estancia.
Sus ojos
de pupilas dilatadas estudiaron detenidamente las formas que iba adoptando el
humo en un silencio respetuoso, casi ceremonial.
Al cabo
de un rato separó los labios y susurró:
–Vamos
a morir… todos… aquí… hoy… ahora…
Hubo risas
nerviosas y comentarios jocosos.
Yo tomé
una de las litronas y me eché un buen trago al coleto. Había aprendido una cosa
de Ángeles: cuando se ponía en aquel tono trascendental, había que tenerla en
cuenta.
Entonces
lo vi.
Era una
sombra, un difumino extraño en la oscuridad, apenas un matiz, pero estaba allí,
aquella forma amorfa, inmensa, con dos ascuas en tono amarillo macilento que
resultaron ser sus ojos.
Ninguno
los vio.
Sólo
yo.
Un escalofrío
sacudió a Ángeles, y supe que a ella no le hacía falta ver aquella sombra para
saber que no estábamos solos, para reconocer su presencia, para asumir el final
que se acercaba a nosotros con paso firme e inexorable.
Rober aún
se retorcía de risa en el polvoriento suelo cuando algo salió de la oscuridad,
apenas perceptible a mis ojos embriagados por el alcohol y el THC, y lo agarró,
arrastrándolo con ímpetu a la oscuridad, haciéndolo desaparecer en la penumbra
entre gritos de angustia que nunca nadie debiera escuchar y que yo no podré
arrancar jamás de mi memoria.
Las risas
murieron casi tan de golpe como los chillidos horrorizados de nuestro amigo.
Todos miramos
atemorizados a nuestra amiga y vidente.
–Corred
–dijo con un hilo de voz que no pasaba de ser apenas el bosquejo de un llanto.
Me
levanté todo lo rápida y ágilmente que me permitieron mis extremidades, incapaz
de coordinarme mejor debido al estado de ebriedad por la bebida y el cannabis.
Un nuevo alarido inundó el aire.
Mi mirada
temblorosa y desenfocada logró ver a Blanca, paralizada aún por lo de Robert,
que era levantada en vilo por una cosa informe, de apariencia repugnante, que
la envolvía con una especie de tentáculos, húmedos y de apariencia mohosa.
La habitación
se llenó de un hedor insoportable, como si hubiera algo que llevara siglos
pudriéndose en vida y estuviera volviendo en ese momento a la vida.
Se debatió
entre los alargados y poderosos flagelos que la envolvían como los dedos de una
mano, pero pronto sucumbió a aquel poder, quedando como petrificada, con la
mirada ausente y la boca abierta, como si estuviera mirando un horror que jamás
pudo imaginar que pudiera existir.
Algo chorreó
a sus pies. Por un momento mi aturdida mente pensó que se podía tratar de
orina, pero vi que era una pátina oscura la que se precipitaba de su cuerpo al
suelo de madera mohosa y polvorienta.
Era
sangre.
Su
sangre.
Corrí.
Me di
la vuelta y salí corriendo, aullando como una bestia, con la razón ida, fuera
de mí tras la contemplación del horror cósmico.
Entonces,
con las últimas luces del atardecer, una gigantesca y aterradora silueta se
dibujó en el cielo crepuscular.
© Copyright 2015 Javier
LOBO. Todos los derechos reservados.
¡Vaya!... me he quedado alucinada y un poco asustada, todo hay que decirlo, ahora no sé si llegaré a entrar en una casa abandonada, en un terreno que no es mío, etc. ¡Por Dios!, buenísimo si te gusta la novela de terror, claro.
ResponderEliminarMagnífico relato de terror y suspense. Me he quedado con las ganas realmente de saber, que pasa al final. Espero que pronto salga el libro para resolver el misterio. Enhorabuena Javier!!!
ResponderEliminarMiedito...me encanta porque parece bastante real..yo ni con drogas ni alcohol sería capaz de meterme en una casa abandonada...y menos si una del grupo dice que vamos a morir!
ResponderEliminarMuy bueno Javier! Estaré atenta al libro! ;)
Me ha puesto los pelos de punta. Un relato vívido y aterrador: muy bueno! Habrá que estar atenta a la publicación del libro para ver qué ocurre. :)
ResponderEliminarHas creado un ambiente francamente terrorífico para tu relato, aumentando la espectación y el miedo con tus estupendas imágenes. Me ha gustado bastante. Te felicito.por tu blog, tiene un diseño espectacular.
ResponderEliminarA mí me fascina este género literario y sé cuando un texto es bueno. Este relato tiene la influencia de los grandes referentes, pero que se diferencia por la particular voz propia del autor. Magnífico texto y su complemento de imágenes. Felicitaciones por el proyecto literario. Saludos.
ResponderEliminarUff, me he puesto la música y ha sido como visionar una película de horror donde se siente el ambiente claustrofóbico y de acorralamiento y el sentimiento de desasosiego de quien se sabe conducido hasta su propio final: la muerte inevitable. Pero una muerte horrible.
ResponderEliminarMuy buenas las etapas trazadas con los gifs y las imágenes a juego, el nudo y el desenlace hasta el último momento. Fantastico, Javier.
Un abrazo y lo comparto.
Intrigante...me volviste a dejar con la miel en los labios querido amigo. Espero poder leer en breve toda la historia.
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