jueves, 6 de octubre de 2016

PRIMER CAPÍTULO DE MI NOVELA POR ENTREGAS MÁS ALLÁ DEL HORROR DE LA NOCHE


LA HUÍDA
De noche. Una carretera oscura por delante. Un túnel oscuro por atravesar en el que no se veía nada, en el que las luces de los faros apenas sí servían para apartar las densas tinieblas.

Aquella era la vida de la que pretendía huir.

La noche no reflejaba nada. Sólo un inmenso manto de negrura que lo cubría todo, como a ella misma, como a su propia vida.

Miró por el retrovisor al asiento de atrás. Los dos jóvenes dormían. La chica tenía la cabeza apoyada en el hombro de su hermano; el muchacho, con los cascos puestos y alguna música estridente retumbando en sus tímpanos, meneaba suavemente la cabeza de un lado a otro con la marcha del coche. De cuando en cuando, la nuez ascendía bajo la piel de su cuello en un movimiento lento y pausado antes de volver a descender a su posición natural.

No podía dar marcha atrás.

Por ellos.

Por ella.

Apartó un mechón de cabello color miel que le estorbaba. Sus ojos del color azul del cielo se concentraron en la pista, aquella senda oscura que les llevaba a ninguna parte y a un lugar al que no quería regresar, pero del que no podía escapar.

De su propio pasado.

Algunas gotas de lluvia se estrellaron repentinamente contra el parabrisas. Se le antojó irónico: parecía como si el cielo también llorara.

No dejaba de mirar por el espejo retrovisor con miedo. Sí, miedo. Era auténtico pavor lo que le atenazaba el corazón.

Terror… de que se materializara de la nada, de que la reclamara como suya, de que la atrapara entre sus tentáculos y la volviera a arrastrar al abismo del que trataba de escapar reptando penosamente.

Un nuevo vistazo a sus hijos. Los dos jóvenes dormían plácidamente el sueño de los justos. Aunque, en su caso, lo que dormían era el sueño de la tranquilidad de haber dejado a sus espaldas el horror.

El horror…

El chico se estremeció un instante, agitándose en sueños, provocando un mar de cabellos dorados agitándose bajo la diadema de los auriculares. La cabeza que reposaba sobre su hombro, la de la chica, se irguió de golpe, parpadeando un par de veces sin que sus ojos lograran enfocar nada en absoluto. Al cabo de un instante, la joven se giró en el sentido contrario, dejando a su hermano a sus espaldas, encogiéndose hasta adoptar una posición fetal en la que se volvió a entregar a los brazos de Morfeo.

Los ojos celestes de la madre no se apartaron del joven. Una mano repleta de dedos largos abanicó el aire, como si espantase unas moscas invisibles, mientras sus labios se separaban de manera casi imperceptible, llenando de susurros el aire durante unos breves instantes.

Un rayo iluminó el cielo nocturno. La oscuridad se disolvió como una mancha al contacto con el agua. Las nubes adquirieron una tonalidad rojiza, como de fuego, como si un mar de llamas lamiera el aire y ascendiera desde los infiernos a los cielos.

Eso es lo que estaba dejando atrás: el infierno.

Recordaba los golpes, las miradas, los silencios. Sí, aquello era lo peor de todo: el silencio, aquella pared invisible que se expandía en todas direcciones como un torso tomando aliento, reteniendo la bocanada de aire en su interior, pero sin soltarla, sin que su contorno se redujera.

Una barrera que se mantenía así antes de volver a crecer una y otra vez, que iba sembrando el miedo allá por donde iba, que la eclipsaba, que la obligaba a ser como no quería ser, que la anulaba a ella y a sus hijos,…

No. Ya no. Aquello se acabó. Para siempre.

Había sopesado todas las opciones. Había calculado todas las posibilidades. Y no le quedaba nada por hacer ya. Había estado ahorrando todo lo que había podido a lo largo de muchos meses, llegando a crear una cuenta secreta a sus espaldas donde había ido vertiendo moneda a moneda, pacientemente, el esfuerzo por cambiar de una vida a otra.

Ya sólo quedaban dos últimos pasos.

No podía regresar a casa de sus padres. Sería el primer lugar en el que se fijaría y al que se dirigiría para buscarles.

También contaba con ello.

Y ya lo tenía todo preparado.

El siguiente paso sería continuar con su huida a ninguna parte. Aún no tenía muy decidido hacia dónde dirigirse, pero sí que tenía seguro que tenía que ser lejos de él, en algún lugar que pudiera ser remoto e inaccesible en el que no se sintiera cómodo, al que no quisiera acercarse ni en pintura.

Miró las indicaciones. Buscó la salida a Villanueva del Ariscal. Tenía que cruzar todo el pueblo en dirección a Olivares. Era tarde, pero sabía que sus padres no se habían acostado aún.

Esperaban su llamada.

La última llamada.

Su pulgar se deslizó a ciegas sobre la pantalla de su móvil. Activó la llamada. En pantalla se apareció una fotografía. No le hacía falta mirar cuál era la imagen, la conocía perfectamente.

Eran sus padres el día de sus bodas de oro.

Puso el manos libres. Sonaron los tonos en el aire.

Un tono.

Dos tonos.

Descolgaron.

¿Sí? –preguntó una cascada voz en tono ansioso.

Papá, soy yo –dijo ella, en tono no menos ansioso, de una profunda emoción que la invadía. Sintió un nudo que le apretaba−. Ya estoy llegando.

La carretera se le antojó aún más oscura y angosta de lo que ya le parecía.

© Copyright 2016 Javier LOBO. Todos los derechos reservados.
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5 comentarios:

  1. Promete. Está muy conseguida la descripción de la incertidumbre que desata la situación de los tres personajes y el ambiente. ¿Vas a ir publicando por aquí? Si no, te leeré en Wattpad...
    Un abrazo

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  2. Sin lugar a dudas es un buen comienzo; la atmósfera está muy conseguida y el estilo literario muy cuidado. Si continuas con pulso firme los siguientes capítulos, el lector quedará atrapado en la historia sin posibilidades de escapar.

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  3. Me ha gustado mucho Javier. Un primer capítulo que promete, sin duda. Me gustaría matizarte una cosa por eso, y es el tamaño de la letra. A lo mejor es que soy carne de gafas y aún no me he dado cuenta, jeje, pero para un texto largo la veo demasiado pequeña. Creo que si la agrandaras un poco, sería mejor. Un abrazo! ; )

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  4. Muy buena. Muy buena. Excelentes descripciones. Seguiré leyendo la segunda parte.

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